¿Qué hace un vasco de 41 años en Buenos Aires?
Nací y crecí en San Sesbastián hasta que en 1999 me fuí a Barcelona a estudiar cine. Fue mi hogar por 7 años. Solía volver al País Vasco en agosto y en navidad para a ver a mi familia y amigxs.
En 2004 viajé a San Sebastián en una fecha inusual. Tenía la ilusión de adaptar al cine a una obra de teatro de un autor del País Vasco y me había citado con él el 12 de junio para revisar mi guión.
Ya en San Sebastián lo llamé para concretar el horario de la cita y me atendió su asistente. Me pidió perdón porque debido a una confusión me habían citado una semana antes de que el autor volviera de un viaje que estaba realizando. Como estaba en casa de mis padres y en ese momento no tenía un trabajo fijo en Barcelona, decidí esperar unos días más en San Sebastián y agendar un nuevo encuentro.
Así, un miércoles por la tarde, vagando por mi ciudad natal, comencé a sentir una fuerza extraña, un pálpito… pero no lograba descifrar de dónde venía.
Entré al bar Udaberri (primavera, en euskera) a tomar una tónica.
Al rato vi una chica sentada junto a la ventana… Era ELLA, de ahí venía esa fuerte sensación. Traté de juntar fuerzas para hablarle.
La miré y miré varios minutos, pero nada; nunca me devolvió la mirada. Salí del bar cabizbajo, y a los pocos metros vi un cartel que decía “Muestra de arte contemporáneo europeo”.
Volví corriendo al bar y mientras recuperaba el aliento balbuceé como pude una invitación a la muestra. La chica respondió con acento argentino. “Dejame que termine el café y vamos. Pero si no está buena me voy en 5 minutos”, me dijo.
La muestra nos pareció un desastre a los dos. Le dije que si quería ver arte contemporáneo del bueno, la invitaba a dar una vuelta por la parte vieja de San Sebastián.
Gabi estaba de viaje por Europa. Los siguientes 3 días le hice un tour guiado exhaustivo por la ciudad. Nos enamoramos. Ella siguió su viaje.
Yo me encontré con Alfonso Sastre, el autor de la obra que quería adaptar y tuvimos una grata reunión. Ella volvió a Buenos Aires y yo a Barcelona. La película nunca llegó a realizarse, pero gracias a ese error de agenda conocí a Gabi.
Las siguientes semanas me escribí a diario con Gabi desde un locutorio cerca de casa en Barcelona, donde estaba solo yo. No pensaba en otra cosa que ir al locutorio a escribirme con ella. Hasta que un día le pedí que dejaramos de hablar tan seguido, porque sentía que me iba a explotar el corazón. La sentía increiblemente cerca, pero al girar la mirada, me sentía solo. Le dije que nos escribiéramos por carta, en papel, más de a poco. Temí que lo tomara mal, pero lo entendió.
Ambos sabíamos que mantener una relación a 14.000 kms de distancia era algo imposible y no pretendíamos uno del otro más que la sensación de saber que teníamos una hermosa y profunda conexión.
Después de un año de correspondencia postal y digital le dije que mis sentimientos por ella no habían hecho más que multiplicarse. A ella le pasaba igual. Empezamos a planear un encuentro. Compré un pasaje a Buenos Aires y
el 20 de Febrero de 2006 puse un pie en Buenos Aires por primera vez.
15 años después sigo de visita, pero como compañero de viaje de Gabi y nuestra hija Isabella de 13 años.
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